martes, 18 de noviembre de 2008

Bienvenido al tren

Ayer y hoy de la estación CONSTITUCIÓN






Esplendorosa y luego olvidada, la estación Constitución empieza a lucir hoy como en sus mejores épocas. El rescate pone al descubierto señales de más de un siglo de historia.

Es hermosa. Sí, aunque no se note y nadie lo note. Pero es una hermosa vieja, fané y descangayada. ¿Cuántos de los miles que pasan por su boca todos los días son capaces de verla? Pocos. O nadie. La estación Constitución -de eso se trata -no sólo está herida por los achaques que trae el tiempo; sino también, por los malos tiempos y los olvidos históricos que tiene esta Buenos Aires.
Su olor rancio es particularmente absorbente por los andenes, debajo de un entramado de hierros y vidrios que ya pasaron el centenar de años. Y junto con el hall-que todavía arrastra cierta majestuosidad-recuerda a las estaciones inglesas del siglo anterior. Lástima: el olor a fritanga empaña el ambiente. Pero algo está por cambiar; últimamente las rampas y los obreros andan por el mármol exhausto de pisadas. Dicen que pronto será un shopping (no pudo zafar del envión de los 90), complejo de oficinas, patio de comidas. Así será la terminal remozada. La que hace rato nadie mira.
Pero de verdad es hermosa.

En el principio
La primera estación que hubo ahí, se llamo Estación Constitución del Sud. Era un bloque de una sola planta, con dos andenes gemelos, uno de arribo y otro de llegada, pero esta estructura de estilo neorrenacentista inglés, cambió más tarde cuando fue necesario hacer una estación acorde con el comercio creciente entre la Capital y el Sur bonaerense. Y lo cierto es que no había nada más que terrenos infinitos, ahí donde después fue reino de pungas, destierro y prostitución.
En 1861, el país estaba en plena formación. Ese año, el Ferrocarril del Sud le pidió la concesión al Gobierno para construir un ramal que llegara desde el Mercado Constitución a Chascomús.
Un año después, el Poder Ejecutivo, a cargo de Bartolomé Mitre, dio el okay. Pero… Los capitales no aparecieron y hubo que ir a buscarlos a Inglaterra. Con el apoyo de 750.000 libras esterlinas de la banca británica, materiales y la firma de los ingenieros Petto y Betts, se empezaron los primeros trabajos en marzo de 1864. la compañía inglesa Gran Ferrocarril del Sud De Buenos Aires, Explotaría el nuevo camino de rieles. Y el 14 de agosto de 1865 se ignaguró el primer tramo de 77 kilómetros, que llegaba hasta Jeppener. Poco después, en diciembre, las vías alcanzaron la ciudad de Chascomús.
Las obras siguieron. En 1887, el ferrocarril ya contaba con 1600 kilómetros y eso motivo la edificación de una terminal más grande. Se hizo un nuevo proyecto, concebido con aire de estilo victoriano, traído directamente de Londres por los arquitectos Parr, Strong & Parr. Se cree que para eso se inspiraron en el castillo de Maisons Laffite, de Francia. De hecho, el parecido de la terminal de trenes y ese castillo son notarias. Esta nueva estación se ignaguró en 1885.
Pasaron solo cuatro años, y se agregaron más reformas: ensanche en el edificio de pasajeros, aumento de plataformas, servicios de equipajes y encomiendas.
Apenas comenzaron el siglo XX, el edificio tuvo otras transformaciones: se extendió más hacia el Este, y dibujo un “U” sobre el terreno; se abrieron más ramales; el tren piso la Patagonia.
El ensanche que se hizo sobre la calle Hornos no solo modificó el volumen del edificio: la cúpula mayor y la parte central se afrancesaron, el estilo Beaux Arts.
En 1912, la extensión de los andenes alcanzó su mayor expansión. Pero era necesaria una ampliación más. Y se planificó la tercera gran intervención que conformo la prehistoria de lo que hoy es una de las terminales de trenes más transitadas del mundo, con picos de medio millón de pasajeros por día.
El nuevo proyecto- de los arquitectos Paul Bell Chambers y Louis Newbery Thomas- preveía la demolición total de edificio para levantar un frente sobre la plaza. La planta adoptaría una forma rectangular con un gran espacio central, y una bóveda formada por arcos de acero unidos con la losa de cemento y cielo raso de yeso. La piedra fundamental de este nuevo proyecto se puso el 19 de septiembre de 1925.
Pero… no fue posible llevarlo acabo a causa del crack financiero del 29. el edificio no se demolió y la grandilocuencia programada quedó bastardeada por una serie de edificaciones posteriores que adicionaron en las calles laterales (Lima y Hornos).
Quizás esa sea la singular belleza de la estación. Ecléctica, si. Pero con los mejores exponentes de las principales corrientes europeas de principios del siglo pasado.
Y que reflejaron los distintos momentos de la arquitectura inglesa en nuestro país:
La influencia Beaux Arts (en el frente sobre Brasil) y en el monumentalismo eduardiano, que distingue al gran hall y los arcos sobre Lima y Hornos.
Es apasionante, también, ver como las distintas manifestaciones que estuvo una misma estación, dan cuenta de la historia del país con sus vaivenes políticos, económicos y sociales.
Testigo mudo de lo más rancio de la cultura anglófila que revoloteaba la Argentina de la opulencia, y que terminó dándose de narices con la nacionalización de los ferrocarriles por Juan Domingo Perón, en 1948. el Ferrocarril del Sud ahora pasaba a llamarse Ferrocarril Gral. Roca. Con pompas, bombos y platillos, el 1 de enero de 1949 se hizo el bautismo formal. Y en el hall de la estación se colocó un busto del presidente Julio A. Roca.­ ¿Cómo no llamarlo así, a ese ramal que iba a la Patagonia, donde aún quedaba ecos de la conquista del Desierto?

El olvido
Pero lo cierto- la historia reciente así lo demostró- es que desde entonces primó el abandono. Un olvido que se extendió durante más de medio siglo. Ya nadie proyectaba ni ensanche ni demoliciones; mucho menos mejoras.
Por los andenes inundados de las neblinas que dejaba el humo de las máquinas a carbón, fue creciendo el murmullo, las ofertas de baratijas, el grito de las últimas noticias, las historias anónimas. Fueron miles los que se bajaban con su nada envuelta en un paquete; la vida y el pueblo apretujados en una valija. Llegaban cansados a esa estación victoriana, desde las entrañas del país a una cuidad que nunca les dio demasiada tregua para adaptarse. No sorprende entonces que los alrededores de la Terminal se hayan llenado de hoteles donde cobijar algunas esperanzas.
Con el tiempo, la estación se fue tapando de edificios y negocios.
Y ahora, nadie la mira. Pero tampoco nadie podría descubrirla así, tan vieja, casi indigna.
Envuelta por un racimo de locales donde se ofrecen panchos, gaseosas, relojes baratos, ropa, o una barra donde terminar de emborrachar la mala suerte.
La historia- o los hombres- quisieron que los recovecos Beaux Arts del edificio terminaran acunando chicos de la calle todas las noches; harapientos sin futuro ni un malevaje marginal de la posguerra desatada al bolsillo. Despojados, como el edificio.
Ramal que para ramal que cierra, fue la escatológica sentencia de muerte para los caminos de rieles en los 90. Pero ella siguió allí.
Erecta. Gris. Ruinosas. Perturbaba por miles de almas que la recorren cada DIA. A lo mejor, le devuelvan el tiempo perdido
Omar Melo Jubert

Poema





AMIGOS



Hay amigos eternos, amigos que son piel y otros que son de fierro.
Hay amigos del tiempo, de la escuela, del trabajo. Amigos que se aprenden, que se eligen, y amigos que se adoptan.
Hay amigos del alma, del corazón, de la sangre.
Hay amigos de vida pasada, amigos para toda la vida.
Hay amigos que son más que amigos.
Hay amigos que son hermanos, otros que son padres; también hay amigos que son hijos.
Hay amigos que están en las buenas, y otros en las malas, hay amigos que están siempre. Amigos que se ven, y otros que se tocan, otros que se escriben.
Por supuesto que hay amigos que se van, que nos dejan; hay amigos que vuelven y otros que se quedan.
Hay amigos inmortales, amigos de la distancia.
Hay amigos que se extrañan, que se lloran, que se piensas. Amigos que se desean, que se abrazan, que se miran.
Hay amigos de noche, de siestas, de madrugadas.
Hay amigos hombres, amigos mujeres, amigos perros.
Hay amigos que deliran, otros que son poetas.
Hay de lo que dicen todo, amigos que no hacen falta decirlos. Amigos nuevos, viejos, viejos amigos.
Hay amigos sin edad, amigos gordos, flacos.
Hay amigos que no nos llaman, que tampoco llamamos,
Con poco tiempo, amigos desde hace una hora, desde recién.
Hay amigos que dejamos ir, otros que no pueden venir, amigos que están lejos, amigos del barrio.
Amigos de la palabra, amigos incondicionales.
Hay también amigos invisibles, amigos sin lugar, amigos de la calle.
Amigos míos, amigos tuyos, amigos nuestros.
Hay muchos amigos; amigos en común, amigos del teatro, de la música, amigos de verdad.
Hay amigos que están tristes, otros que están alegres, otros que simplemente no están.
Hay amigos que se la pasan en la luna, otros en el campo, y otros en el cielo.
Todos, absolutamente todos los amigos tienen algo en común:
SON INDISPENSABLES

AMIGOS
Hay amigos eternos, amigos que son piel y otros que son de fierro.
Hay amigos del tiempo, de la escuela, del trabajo. Amigos que se aprenden, que se eligen, y amigos que se adoptan.
Hay amigos del alma, del corazón, de la sangre.
Hay amigos de vida pasada, amigos para toda la vida.
Hay amigos que son más que amigos.
Hay amigos que son hermanos, otros que son padres; también hay amigos que son hijos.
Hay amigos que están en las buenas, y otros en las malas, hay amigos que están siempre. Amigos que se ven, y otros que se tocan, otros que se escriben.
Por supuesto que hay amigos que se van, que nos dejan; hay amigos que vuelven y otros que se quedan.
Hay amigos inmortales, amigos de la distancia.
Hay amigos que se extrañan, que se lloran, que se piensas. Amigos que se desean, que se abrazan, que se miran.
Hay amigos de noche, de siestas, de madrugadas.
Hay amigos hombres, amigos mujeres, amigos perros.
Hay amigos que deliran, otros que son poetas.
Hay de lo que dicen todo, amigos que no hacen falta decirlos. Amigos nuevos, viejos, viejos amigos.
Hay amigos sin edad, amigos gordos, flacos.
Hay amigos que no nos llaman, que tampoco llamamos,
Con poco tiempo, amigos desde hace una hora, desde recién.
Hay amigos que dejamos ir, otros que no pueden venir, amigos que están lejos, amigos del barrio.
Amigos de la palabra, amigos incondicionales.
Hay también amigos invisibles, amigos sin lugar, amigos de la calle.
Amigos míos, amigos tuyos, amigos nuestros.
Hay muchos amigos; amigos en común, amigos del teatro, de la música, amigos de verdad.
Hay amigos que están tristes, otros que están alegres, otros que simplemente no están.
Hay amigos que se la pasan en la luna, otros en el campo, y otros en el cielo.
Todos, absolutamente todos los amigos tienen algo en común:
SON INDISPENSABLES


Perez, Yamila